Simón Rodríguez no solo fue el maestro del Libertador, sus aportes van más allá de las fronteras y del paso de los tiempos, pues en pleno siglo XXI sus pensamientos son aptos y aplicables especialmente para quienes se dedican a la tarea de instruir y educar.
Su proyecto para la formación de los nuevos ciudadanos de las repúblicas conquistadas, tras la liberación del yugo español, y partir de la educación y la cultura y sobre las cualidades de los nuevos ciudadanos a formar en las nacientes repúblicas, lo levantan a la altura de las figura más prestigiosas de nuestra América.
Por lo tanto, sus aires de libertad fueron vinculados con el saber, la escritura, los idiomas, los viajes y la educación de las clases populares.
En efecto, influenciado por los filósofos franceses de la Ilustración, promovió la formación de los ciudadanos por medio del saber para que alcanzaran la libertad a través de revoluciones del conocimiento no sólo en Venezuela sino en América del Sur, como por ejemplo Bolivia y Colombia, donde buscó aplicar las teorías sobre la educación de la infancia y el acceso al conocimiento de las clases populares.
Éste maestro, escritor, filósofo y pedagogo marcó la diferencia entre instruir y educar en búsqueda de la creación de una nueva conciencia: “Instruir no es educar; ni instrucción puede ser equivalente de la educación, aunque instruyendo se eduque. Lo uno significa conocimiento; lo otro, orientación, criterio, conciencia. Se educa al instruir, pero solo en pequeña parte, con acumular conocimientos extraños al arte de vivir, nada se ha hecho para formar la conducta social”. Simón Rodríguez.
Con ello argumentaba la necesidad de crear nuevas escuelas y de formar buenos profesores para que “enseñen, y tendrán quien sepa; eduquen, y tendrán quien haga” mientras abogaba por incluir a todas las etnias a la educación, como mecanismo en contra de la discriminación racial. Prensa Concejo Municipal de Urdaneta. Ana Maritza Araujo.